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Biografia

Ramón Fernández (Amadeo Ramón Fernández Álvarez dicho también Tito Fernández) nació el 26 de septiembre de 1930 en San Esteban de Pravia, puerto asturiano carbonero desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX.

Al ver, al principio de los años 40, a Gonzalo Delgrás rodar una película en su pueblo nativo, le vino la vocación cinematográfica. Empezó sin embargo estudios de ingeniero, abandonados prontísimo. Primero, se hizo asistente operador, guionista y asistente de dirección antes de dirigir en 1960 su primera película, "¡Ahí va otro recluta!", simpática comedia, realizada a partir de un guión de Vicente Escrivá, que cuenta las tribulaciones de un campesino algo torpe que hace su servicio militar en un regimiento de paracaidistas, con José Luis Ozores en el papel principal. Con tal éxito, el guionista y el director incipiente decidieron formar un equipo y hacer varias obras comunes, entre ellas, "Sor Yé Yé" (1967), con la hermosa actriz mejicana Hilad Aguirre, como novicia en un convento, Sara García, la anciana y sus gafas de todas las películas mejicanas de aquella época, superior del convento, haciéndole descubrir que su vocación no era la de religiosa.

 

Por fin la novicia gana un concourso de canto en San Remo, se quita el habito y se casa con un simpático doctor. En 1969, el cineasta adaptó la pieza de Miguel Mihura, "Las panteras se comen a los ricos", con el siempre excelente Fernando Fernán Gómez, la

historia de un hombre que, esperando una promoción profesional, piensa que no puede continuar  viviendo con su amante y la "regala" a su colega. Por supuesto las consecuencias no serán las esperadas. Pero Ramón Fernández hizo también filmes policíacos, de espía o "noirs" como "Rueda de sospechosos" (1964) con José Suárez, o "Siete minutos para morir" (1968) con Rubén Rojo.

 

En 1970 Ramón Fernández dirigió una versión "marítima" de su primer "recluta" que se hizo esta vez "Cateto a babor" (1970) con Alfredo Landa. En la misma década, adaptó con más o menos fidelidad obras teatrales como "Quién soy yo" (1970) de Juan Ignacio Luca de Tena, con Arturo Fernández y Alfredo Mayo, y un clásico del Siglo de Oro escrito en 1641 por Juan Vélez de Guevara, "El diablo cojuelo" (1971).

En los últimos años del franquismo el cineasta evolucionó hacia el humor más cáustico con personajes perseguidos por ideas fijas como el éxito social, el dinero, el sexo. Su humor menos bienintencionado y sus comedias muy taquilleras siguieron la ola del destape hasta hundirse en ella, con hombres frustrados y chicas cada vez más desnudas. Obtuvo así el fenomenal éxito de "No desearás al vecino del quinto" (1970) con Alfredo Landa, Jean Sorel e Ira von Fürstenberg. Siguieron muchos títulos del mismo género como "Doctor, me gustan las mujeres, ¿es grave?" (1973), "Matrimonio al desnudo"(1974), "El adúltero"(1975) y aún la historia seudo-erótico-histórico-medieval "Cuando los maridos iban a la guerra" (1976). Tampoco olvidaremos su film muy diferente de los ya mencionados, probable recuerdo de sus primeros años asturianos: "El cristo del océano" (1973).
En los años ochenta nuestro director siempre muy ocupado hizo cine y televisión con, en particular, la comedia musical "Las aventuras de Enrique y Ana" (1981) con Ana Anguita.

A partir del año 2001 participó a la realización de la famosa serie de la TVE, "Cuéntame como pasó", con Imanol

Arias, una serie que cuenta la vida de una familia española de la clase media en los años 60-70 y que, si unos piensan que no es un modelo de exactitud histórico-social sino de propaganda posfranquismo zapaterista, tuvo y sigue teniendo éxito.

Tito (Ramón) Fernández estaba continuando la dirección de su serie, cuando murió de repente de un infarto el 9 de septiembre de 2006, en un restaurante de Ronda (Andalucía) a donde había venido para asistir a famosas corridas. Iba a festejar dentro de pocos días sus 76 años de edad, 46 años de carrera y casi 40 largometrajes de cine.
Así desaparecía un buen director de cine, poco apreciado de los críticos por sus éxitos comerciales pero siempre plebiscitado por el público de su época, quizás por fin el verdadero juez del talento cinematográfico.

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